viernes, 26 de noviembre de 2010

La malaria de Roger Casement


En la última novela del recientemente galardonado Premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa narra la tremenda experiencia vital del irlandés (que nació británico) Roger Casement, aventurero sensible a toda forma de abuso y de explotación sin escrúpulos, héroe y traidor, según para quien. Casement se atrevió a denunciar los horrores del colonialismo a comienzos del siglo XX, primero en el Congo Belga, el Congo de Leopoldo II, luego en la Amazonía y por último en tierras nada exóticas para él, en su propia patria, la verde y sufrida Irlanda.

Casement abandonó por completo sus iniciales ideas ingenuas sobre el papel de las potencias occidentales en las colonias al comprobar in situ aquellas atrocidades que el poderoso europeo cometía con el nativo, peor que una bestia, con tal de satisfacer su codicia, su hambre de poder y de riqueza, de dominio y de supremacía. 

El sueño del celta (Alfaguara; Madrid, 2010) , la magistral novela de Vargas Llosa, es un recorrido por la vida, por la aventura existencial (la que va del afán de vivencias en lugares lejanos a la denuncia de la injusticia y la crueldad sobre los más débiles, de la ilusión por formar parte de la vanguardia del progreso civilizador y de los valores morales, cristianos, de occidente en territorios inhóspitos y salvajes a la decepción y el estupor por la barbarie del "civilizado" europeo) de un hombre con una sensibilidad y empatía que en aquellos remotos lugares eran la excepción, en unos territorios salvajes que no eran aptos, se decía, para los débiles.

[Roger Casement; imagen procedente de http://www.publico.es/]

Me detengo aquí en un episodio acaso menor (teniendo en cuenta todo lo que le sucedería después) de la vida de Roger Casement que, sin embargo, pudo haber tenido fatales consecuencias para nuestro protagonista (nuestro héroe) y, por ende, para el explotado nativo. Me refiero a sus repetidos padecimientos, como tantos otros en el África Central,  de la terrible malaria: en 1884 (nuestro insigne Nobel, Ramón y Cajal, tambíén contrajo el paludismo unos diez años antes en Cuba, adonde fue destinado como médico militar), 1887 y, el peor de todos, en 1902, que puso en peligro su vida. Este último ataque de la "enfermedad de los pantanos" aconteció cuando Casement tenía todo preparado para emprender su viaje al Medio y Alto Congo con la noble finalidad de elaborar un informe, en calidad de cónsul británico, sobre la situación de los nativos en aquellos territorios, particularmente de las condiciones en que realizaban la extracción del caucho, materia prima vegetal de importantes aplicaciones para los occidentales, como, por ejemplo, la fabricación de neumáticos. Así pues la expedición por el Congo hubo de posponerse debido a las fiebres palúdicas del irlandés. Bien sabía Roger Casement, por experiencia propia, que este inoportuno y temible padecimiento de malaria podía arruinarle sus planes. Fiebres altas, escalofríos, diarreas, hemorragias y debilidad extrema era lo esperado. El remedio, reposo durante varias semanas, bebida de abundante líquido, dieta a base de caldos y, por supuesto, el viejo remedio febrífugo que no en pocas ocasiones parecía haber resultado milagroso, la quinina.

En la novela, Vargas Llosa narra que Roger Casement pasó tres semanas en un estado lamentable por las fiebres tercianas de la malaria, con momentos de delirio, que intentaba aliviar tomando quinina añadida a las infusiones que preparaba su cocinero congoleño.

Hoy día, un siglo después de los acontecimientos que sufrió el bueno de Roger Casement, no faltan lugares en el mundo donde es preciso denunciar el abuso de poder y la injusticia. Y, así mismo, la lucha contra la malaria en las zonas endémicas requiere de mayor preocupación e inversión para la prevención por parte de los países desarrollados. Igualmente es imprescindible no reducir, sino todo lo contrario, la dotación económica de los proyectos de investigación de vacunas eficaces. La llama de esperanza que encendió Roger Casement debe permanecer viva, muy viva. No hay excusas, al menos si no quiere perderse la dignidad. El sueño del celta es también nuestro sueño.


Nota histórica:

Precisamente en los años en los que padeció Roger Casement la malaria se produjeron cruciales avances en su estudio. Particularmente se logró averiguar el parásito causante de la enfermedad y el vector.
La antigua creencia era que el mal de los pantanos era provocado por los efluvios o miasmas que desprendían las aguas estancadas y no es hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando el avance de la microscopía permitió señalar como agente causante a los microorganismos. Pero, ¿exactamente, qué producía la enfermedad?

Fue el médico militar francés Laveran (1845 - 1922) quien observó en 1880 unas estructuras parasitarias en la sangre de enfermos de malaria, considerándolas las causantes de la enfermedad. Sin embargo, fue muy difícil cultivar in vitro el parásito  (se trata de protistas del género Plasmodium) y trabajar con él en el laboratorio, por lo que el descubrimiento de Laveran tardaría unos años en ser valorado por la comunidad científica internacional.

[Gametocitos de Plasmodium falciparum en una muestra de sangre humana; imagen procedente de http://www.k-state.edu/parasitology/]


Los colonos del Congo debían saber que el paludismo era transmitido por los mosquitos, pero a finales del XIX no estaba el asunto del todo claro. Es el médico militar inglés Ronald Ross (1857 - 1932) quien estudiando la malaria aviar demostró que los mosquitos actuaban como vectores.

[Ronald Ross; imagen procedente de http://nobelprize.org/]


Pero, ¿qué mosquitos en concreto transmitían el parásito? Fueron los italianos Grassi (1854 - 1925) y Bignami (1862 - 1919) los encargados de demostrar en 1898 que sólo eran los del género Anopheles. Grassi no sólo señala a los mosquitos Anopheles como transmisores o vectores de la malaria humana sino que tuvo el gran mérito de describir su ciclo biológico completo, aunque las investigaciones sobre todos los detalles del asunto se prolongarían hasta mediado el siglo pasado.


[Battista Grassi; imagen procedente de http://www.malariasite.com/]


[Mosquito del género Anopheles; imagen procedente de http://www.cdc.gov/parasites/

Vídeos de interés:



Los cuatro mosqueteros de la ciencia

No son tres sino cuatro los mosqueteros de la divulgación científica de calidad (de la máxima calidad diríamos) que escriben sus columnas respectivas en el diario Público, en "La ciencia es la única noticia", todo un lujo para el joven periódico, para nuestro disfrute  (pueden leerse los artículos en el blog de ciencias y, si se desea, comentarlos). Ya he recomendado con anterioridad dichos artículos y no me cansaré de hacerlo.


Hoy quiero dejar aquí unos vídeos en los que estos maestros de la divulgación (amén de grandes hombres de ciencia), Manuel Lozano Leyva, Carlo Frabetti, José María Bermúdez de Castro y Miguel Delibes de Castro, nos hablan de algunos aspectos de sus materias científicas y así, de paso, el lector podrá conocerlos algo más (yo tuve el privilegio de conocerlos personalmente el pasado mes de enero en Sevilla en sendas mesas, una de debate y otra de almuerzo):





sábado, 20 de noviembre de 2010

Más y mejor educación para un mundo difícil

[Imagen del escritor Antonio Muñoz Molina, procedente de http://www.elpais.com/]

"Los miembros de la bien llamada secta pedagógica, muy bien incrustados en el sistema político español, han arruinado, además de la escuela, la parte del lenguaje que tiene que ver con la enseñanza. Como es propio de los estafadores de las pseudociencias, han urdido una jerga opaca que oculta su perfecto vacío detrás de un simulacro de especialización técnica".

Con estas contundentes palabras comienza su artículo, Una cuestión de clase, el escritor Antonio Muñoz Molina en el número de este mes de noviembre de la revista Mercurio (Panorama de Libros), que edita la Fundación José Manuel Lara. En dicho número de la prestigiosa revista gratuita para el fomento de la lectura se debate el estado actual de la educación, con firmas de indiscutible relieve amén de la del escritor de Úbeda: Emilio Calatayud (entrevista), José Antonio Marina (La educación del talento), Justo Serna (El espejo de la educación), Ricardo Moreno Castillo (Alumnos sumisos y profesores autoritarios) y José Manuel Sánchez Ron (reseña del clásico de Bertrand Russell La educación para un mundo difícil). 

Resulta muy necesario escuchar  las voces críticas que vienen denunciando la situación pantanosa en la que se encuentra nuestra educación, la de nuestros niños y jóvenes, en una sociedad que se preocupa poco de ella y se ocupa aún menos. No todo es invertir en nuevas tecnologías que, aunque poderosas, no son las únicas herramientas sino que es preciso trabajar eficazmente en todos los frentes, entre ellos el de facilitar al docente su labor, no precisamente con un exceso de tareas burocráticas de las cuales pocas veces se beneficia el alumnado sino dotándole de recursos prácticos y favoreciendo unas condiciones  de trabajo óptimas para la enseñanza y el aprendizaje. Un docente no puede ser a la vez administrativo, educador, enfermero, guardia jurado, detective, asistente social, psicólogo y no sé qué más y, si aún le quedan energías, impartir clases de alguna disciplina académica, eso sí, con un enfoque que resulte lo más atractivo posible a un joven y exigente alumnado que no tiene culpa de la situación. El aprendizaje y la formación completa de nuestros alumnos no es posible si el profesor, agobiado por padres y la administración, pierde su entusiasmo e ilusión y, para colmo, ha de sacar el tiempo del cual cada vez dispone menos para planificar y desarrollar su labor principal: enseñar.

[Referido al escritor Antonio Muñoz Molina recomiendo sus artículos para la revista Muy Interesante]


viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Qué es la vida?


"La vida puede observarse, diseccionarse y analizarse, pero es un fenómeno emergente y puede que nunca seamos capaces de darle una explicación racional" (James Lovelock; La venganza de la Tierra. La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad (p. 236). Ed. Planeta, Barcelona, 2007).

Ciertamente no es fácil responder a una pregunta aparentemente tan sencilla y, dependiendo de la formación académica de quien nos responda, hallaremos diversas respuestas correspondientes a enfoques distintos; incluso, dentro de una misma rama del conocimiento, no faltará el contraste de matices entre autores diferentes que se atrevan a responder a la cuestión, ¿qué es la vida? Y, por supuesto, las ideas del hombre sobre el asunto han ido cambiando con el devenir de la historia. Para la mayoría de los mortales la vida es un camino de lucha, de momentos agradables alternados con otros de dolor y de angustia, de supervivencia en definitiva, que cada cual intenta llevar con la mayor dignidad posible.

Los filósofos, desde distintas corrientes de pensamiento, se han planteado a lo largo de la historia cuál es el significado de la vida, desde epicúreos y estoicos hasta existencialistas, pero también se plantean la propia definición de vida, de ser vivo. Pero aquí creo que resulta más conveniente acudir a la ciencia, aunque no hallemos plena satisfacción y tengamos que componer un rompecabezas a base de piezas aportadas por cada una de sus ramas. En el siglo XIX, a mi juicio, cierta corriente filosófica, el vitalismo, erró al pensar que la vida no podía explicarse exclusivamente en términos físicos y químicos, sino que era imprescindible la existencia de una "fuerza vital" de naturaleza no física. El ejemplo ilustra el fracaso que supone intentar abordar aspectos del conocimiento del mundo físico desde terrenos ajenos (y a veces anejos) a la ciencia. Sí está en cambio legitimada la filosofía para reflexionar sobre las diferentes definiciones científicas de "vida" y derivar de ello hondas consecuencias.

Y hablamos de diferentes definiciones científicas porque cada disciplina tiene un punto de vista particular, y todos son complementarios para tener una visión (seguramente incompleta) global del complejo rompecabezas de la vida como fenómeno. Así James Lovelock en el mencionado libro, La venganza de la Tierra, obra imprescindible y polémica, apunta con acierto que "los físicos dirán que es algo que existe dentro de unos límites y que espontáneamente reduce su entropía (desorden) mientras que excreta desorden al entorno".  Los químicos dirán en cambio que un ser vivo está compuesto de macromoléculas orgánicas junto con pequeñas cantidades de ciertos elementos, amén de agua, su componente principal. "Los bioquímicos y los fisiólogos (añade Lovelock) dirían que la existencia de vida siempre tiene lugar dentro de unas fronteras celulares que contienen un medio acuoso con una composición muy precisa de especies iónicas"; y cada célula "dispone de una serie completa de especificaciones e instrucciones escritas" codificadas en el ADN. Y "los biólogos la definirían como un estado dinámico de la materia que puede replicarse a sí misma y cuyos componentes individuales evolucionarán mediante selección natural".

Mas si le preguntamos a nuestro amigo el profesor Lozano Leyva, físico nuclear, posiblemente nos conteste que la vida tiene su origen remoto en las estrellas moribundas, pues el carbono se origina mediante un sutil mecanismo cuando en éstas los núcleos de helio, restos de la fusión nuclear del hidrógeno (que se ha ido agotando), se unen de tres en tres en el interior de la estrella, a una temperatura de millones de grados. Cuando finalmente la estrella explota como supernova el carbono, junto con el resto de elementos, es expulsado al espacio y puede volver a formarse una estrella que tal vez tenga un sistema planetario. Y el carbono, en esos planetas, puede llegar a formar moléculas orgánicas con enlaces C-C, C-H y con otros elementos como oxígeno y nitrógeno. Y estas moléculas "gracias a mucho azar y bastante necesidad, pueden dar lugar a un fenómeno fantástico: la vida".

(Para leer el interesantísimo artículo "De la mina al futuro", de Manuel Lozano Leyva, pínchese aquí)

viernes, 5 de noviembre de 2010

Un viaje en el tiempo con Charles Darwin

[Charles Robert Darwin; imagen procedente de http://www.medioambiente.net/]

Una particular nave parte desde "el origen del origen" hacia "el misterioso camino de nuestro futuro". En ella, mientras se viaja en el tiempo, su capitana y su ilustre tripulación (Francisco J. Ayala, Juan Luis Arsuaga, Jaime Josa, José Manuel Sánchez Ron y Martí Domínguez) nos narran la apasionante aventura científica que protagonizó hace más de siglo y medio el joven Charles Darwin cuando embarcó en un bergantín, el Beagle, para realizar un periplo alrededor del mundo que duraría casi cinco años (1831 - 1836). Un viaje que cambió su vida y transformó, revolucionó, la visión que el hombre tenía de la naturaleza y, sobre todo, de sí mismo.

A finales de 2009 el programa Documentos de RNE conmemoró el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y el 150 aniversario de la publicación de El origen de las especies con un especial en el que se mezclaban hábilmente realidad y ficción, con efectos especiales y la participación de actores, amén de la mencionada tripulación docta en el tema.

Y ahora, merecidamente, el programa, "La evolución de las especies: un viaje en el tiempo", ha recibido la mención especial del jurado en la 57ª edición de los Premios Ondas, en el apartado de Premios Internacionales de Radio. La ceremonía de entrega de estos prestigiosos premios de radio y televisión tendrá lugar el próximo 19 de noviembre en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.

He aquí el premiado programa de RNE:




Y, para los amantes del buen cine y de la música, dejo también unos vídeos de la memorable película Master and Commander (que puede ver uno varias veces sin cansarse, como me ocurre con las películas de Stanley Kubrick), en la que el médico y naturalista de la tripulación está sin duda inspirado en la figura del genial Charles Darwin: