domingo, 28 de octubre de 2012

De Estocolmo a la Luna

Últimamente he leído dos novelas, que me han parecido extraordinarias, de dos maestros españoles de la narrativa: Congreso en Estocolmo (1951), de José Luis Sampedro, y El viento de la Luna (2006), de Antonio Muñoz Molina. La primera, siguiendo la sabia recomendación del físico y divulgador Manuel Toharia; la segunda, atraído por el sugerente título de la novela (¿cuál es ese viento que no existe?).
En ambas obras literarias la ciencia, aun sin ser lo sustancial, está presente e incluso, a veces, empapa el relato. Esto, claro, es un aliciente añadido para aquellos que disfrutamos con el conocimiento científico. 

En la novela de Sampedro los acontecimientos ocurren en un congreso científico que se celebra en Estocolmo, al que acude, al margen de la delegación oficial española, el protagonista, un profesor de Matemáticas en un instituto de una pequeña ciudad castellana. Pude recorrer las calles de la capital sueca, no gastando la suela de mis zapatos sino pasando las páginas de este absorbente libro, mientras reflexionaba sobre las experiencias vitales, intensas e íntimas, del desconcertado profesor que descubre nuevas formas de vivir y de pensar.


 El viento de la Luna es ciertamente una novela magistralmente narrada por Antonio Muñoz Molina, un escritor siempre interesado por el devenir de la ciencia y la cultura científica (véáse este artículo). Es aquí el protagonista un adolescente fascinado por la misión del Apolo XI a nuestro satélite, quien desde su pequeña ciudad andaluza sigue al detalle la hazaña culminada en aquel verano de 1969. Época esta de contrastes y rupturas, para aquel chaval que pierde los privilegios de la infancia y para la sociedad en la que vive. Mientras la instalación de una ducha en la vieja casa familiar es una extraordinaria novedad o se acude a la vivienda de un vecino que ha prosperado económicamente para ver la televisión (a cuyo aparato se le tiene cierto respeto o, en momentos de tormenta, miedo) el hombre es capaz de recorrer por el espacio los más de 350.000 km que nos separan de la Luna y pisar su suelo.

En ambas novelas los protagonistas son testigos de debates o acontecimientos científicos y tecnológicos de relieve mientras algo crucial está ocurriendo en sus vidas y se agita su mundo interior.

lunes, 15 de octubre de 2012

A propósito de la hazaña de Baumgartner

A propósito de la magnífica y mediática hazaña del austríaco Felix Baumgartner, con su estratosférico salto en el que superó la velocidad del sonido a esas elevadas alturas (y que nos mantuvo ayer concentrados y en vilo ante la pantalla del televisor), conviene recordar que en 1935 un español, el militar y científico granadino Emilio Herrera Linares, diseñó su escafandra estratonáutica, precursora de los modernos trajes espaciales (la vemos en la fotografía del margen izquierdo).

Hace algún tiempo escribí para la Revista Digital de Ciencias Bezmiliana un artículo sobre los científicos andaluces, tan ignorados, a lo largo de la historia. Allí, en el breve recorrido por el pasado siglo XX, no podía faltar una figura tan relevante (por diversos motivos) como Emilio Herrera Linares (1879 - 1967). Decía de él:


  
 "En el siglo XX nos sorprende la interesante figura del granadino Emilio Herrera Linares (1879-1967), ingeniero, militar y científico; pionero de la aeronáutica en España y diseñador del que es considerado el primer traje espacial de la historia. En 1911 se convierte en uno de los integrantes de la primera promoción de pilotos en el aeródromo de Cuatro Vientos. Emilio Herrera, estimulado desde joven por su inquieto padre, tuvo siempre gran curiosidad por los avances técnicos y también por sus fundamentos científicos. Pertenece a la llamada “Generación de 1914” (junto con intelectuales de la talla de Marañón, Madariaga, Ortega y Gasset, y otros). En la década de los años veinte del pasado siglo elaboró incluso un modelo cosmológico acorde con las novísimas teorías de Einstein, en el cual continuó trabajando hasta el final de sus días. Además puso mucho empeño en la divulgación de los conocimientos científicos: divulgador de la teoría de la relatividad, promotor, entre otros, de la visita que Einstein realizó a España en 1923 y escritor de numerosos artículos para acercar la ciencia a los ciudadanos. Colaboró con Juan de La Cierva en los experimentos realizados con su autogiro y elaboró el proyecto de instalación del primer túnel aerodinámico que existió en España. En 1932 ingresó en la Academia de Ciencias, leyendo un año más tarde su discurso titulado “Ciencia y Aeronáutica”. Pero probablemente lo que más nos llame la atención es que diseñó, como ya se ha dicho, el primer traje espacial de la historia. El objetivo de su proyecto era posibilitar la ascensión hasta zonas elevadas de la atmósfera (la estratosfera), con aire muy enrarecido y bajísimas temperaturas. Para ello inventó una “escafandra estratonáutica”. La Guerra Civil truncó estas investigaciones. Tras el terrible enfrentamiento fratricida, en el que pierde a uno de sus hijos que como él era aviador, se exilió en Francia (donde mantuvo su prestigio científico y fue premiado por la Academia de Ciencias francesa), ya que, aunque era monárquico y de ideas conservadoras, en todo momento fue fiel al gobierno republicano (en sus últimos años llegó a ser incluso Presidente del Gobierno de la República en el exilio)".


PARA SABER MÁS:

-"La escafandra estratonáutica", en el blog Tecnología obsoleta.

- "La Física del salto de Felix Baumgartner", en el blog Física de película.

- "La caída libre (o casi) de Felix Baumgartner", en el blog Física de película

 
Y un profundo análisis físico del salto, también en Física de película, el blog de ARTURO QUIRANTES:

- "El salto Baumgartner, paso a paso".




viernes, 5 de octubre de 2012

El fin de la ciencia

El fin de la ciencia, este es el sugerente título del último libro de Manuel Lozano Leyva, físico, escritor y divulgador de la ciencia. En este ensayo el catedrático sevillano ha querido jugar en el título con la ambigüedad que la palabra fin tiene en castellano, con su doble sentido, como finalidad u objetivo, por un lado, y como término o desaparición por el otro. 
 
¿Por qué escribir un libro así? Pues fundamentalmente dada la necesidad que tiene la sociedad, empezando por los políticos y terminando por el más modesto ciudadano (que con su derecho a voto y a participación en la vida democrática de un país tiene mucho que decir), de estar más y mejor informada sobre los avances de la ciencia, que pueden tener gran influencia en nuestras vidas y en el desarrollo de la humanidad. Piensa Manuel Lozano que los científicos profesionales han recibido mucho de la sociedad y en cierta manera están en deuda con ella, por lo que resulta casi obligado divulgar la ciencia para incrementar su cultura científica. Una población bien formada e informada, también en ciencia, es acaso la mejor garantía de salud democrática. Actualmente, nos dice Manuel Lozano, el ciudadano confía más en los científicos por intuición que por tener un conocimiento sólido, algo que, lógicamente, hay que tratar de corregir (los que impartimos clases de Ciencias para el Mundo Contemporáneo a jóvenes de bachillerato intentamos poner un granito de arena en nuestro quehacer diario).

El libro se estructura en tres partes, haciéndose un interesante y ameno recorrido por el devenir de la ciencia en la primera para analizar las amenazas que tiene la ciencia actualmente (incluidas las pseudociencias, la falta de recursos y algo bastante grave, la "ideologización" o contaminación ideológica que no pocas veces se infiltra en debates que debieran ser estrictamente científicos) en la segunda parte.  Estas amenazas no pueden obviarse sino que deben conocerse y afrontarse pues, según Lozano Leyva, pueden hacer que la ciencia desaparezca o se estanque (la acepción de fin como término), un peligro real que tiene precedentes en la historia. En la tercera parte del ensayo se analiza la finalidad u objetivos de la ciencia en un futuro próximo lleno de retos para la humanidad, desde el cambio climático hasta la biomedicina, pasando por un mejor conocimiento de la estructura del universo y de la materia que lo forma. Un libro ameno para aprender y para el debate. Esta es, precisamente, la editorial: Debate.
 
Recomiendo a todos la entrevista que hizo recientemente Manuel Seara a Manuel Lozano en "A hombros de gigantes", el excelente programa de RNE (pínchese aquí) y esta otra en "Periodista Digital":